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Carlo A. Pelanda
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Carlo Pelanda: 1991-11-29El Pais

1991-11-29

29/11/1991

Cómo se esta resolviendo el caso yugoslavo

Las crónicas y los comentarios políticos hablan de incapacidad de la Comunidad Europea en la gestión de la crisis yugoslava. Pero un análisis más profundo demuestra que no se trata de incapacidad o errores. La CE, por el contrario, ha llevado a cabo una estrategia secreta de apoyo a Serbia en una situación en la que dicho apoyo no podía ser comunicado de forma explícita debido tanto a la sustancial simpatía de la opinión pública por la causa croata como por la oposición de Alemania. La mayoría de los Gobiernos de la CE (aparte del alemán) y EE UU han apoyado en secreto la pretensión de construir con las armas una Gran Serbia como una nueva Pequeña Yugoslavia. No han intentado seriamente bloquear el conflicto cuando era posible hacerlo y, por tanto, no se puede hablar de incapacidad, sino sólo de cinismo, y quizá de falta de inteligencia en cuanto a la visión política global.Las pruebas que avalan esta acusación son muchas y conocidas. La CE se ha ofrecido como mediadora del conflicto -desde el principio- sin llevar a cabo una disuasión militar creíble, tanto directamente como obligando a EE UU a comprometerse (bajo la etiqueta ONÚ). En el lenguaje real de la política, esto significa dar vía libre a. los serbios para empezar la guerra de ocupación de Croacia. Ya que la política internacional no está en manos de ingenuos, es claro que esta actitud ha sido intencionada. El silencio de EE UU sobre el asunto ha sido interpretado posteriormente (y correctamente) por los serbios como un apoyo implícito al rechazo de los tímidos y teóricos intentos de la Comunidad para resolver el conflicto de forma pacífica (que, en realidad, era sólo un intento de reducir el alcance de las matanzas situadas en el campo devisión de los periodistas para no poner en aprieto a los Gobiernos).

Una prueba más, indirecta, de dicha posición es el comportamiento de los eslovenos. Habiendo comprendido que los occidentales apoyarían de hecho a los serbios, y como pretendían tanto quedarse fuera del conflicto como obtener la independencia, anticiparon el' conflicto armado con las fuerzas federales (verano del 91) en una situación en la que podían vencer gracias al efecto sorpresa, y han establecido inmediatamente una frontera precisa con Croacia para dar a entender que se mantendrían neutrales en el conflicto futuro. De hecho, han logrado obtener la independencia de facto y negociar con los serbios el reconocimiento interno de su independencia a cambio de la neutralidad. Han demostrado su inteligencia no sólo por la eficacia demostrada, sino, sobre todo, por haber entendido enseguida que los occidentales permitirían a los serbios volver a adueñarse de Croacia (considerada, además, poco fiable en el plano de la gestión política, como se ha demostrado posteriormente).

El modelo político elegido, en especial por Francia, el Reino Unido y EE UU, se ha basado en el principio de no dejar que se creara un vacío de poder en los Balcanes capaz de libanizar la región por decenios. Dicho modelo supone la consolidación de la primacía serbia en una Yugoslavia nuevamente federal, pero ahora sin Eslovenia. Prevé también una Croacia reducida al 50% como microrrepública autónoma. Para hacer posible este modelo, los occidentales han disuadido a Bosnia-Herzegovina y Macedonia de continuar por la vía de la independencia (declarada a finales del verano). Los albaneses de Kosovo han sido disuadidos, con la mediación de Tirana (bajo protectorado italiano ahora), de no aprovechar la ocasión para crear problemas. Budapest ha recibido contundentes invitaciones a no plantear la cuestión de los húngaros en. Voivodina (y en la Transilvania rumana). En síntesis, las potencias militares de Occidente han realizado un enorme trabajo de congelación de toda el área. La eficacia de esta congelación depende de la victoria de los serbios y de su capacidad de reagrupar. los fragmentos de la ex Yugoslavia.

Para sancionar esta victoria y para empezar a canalizar el proceso de reconstrucción de la nueva Pequeña Yugoslavia, se mandarán tropas de la ONU (dirigidas por los franceses con el apoyo logístico italiano y la ayuda tecnológico informativa estadounidense, probablemente no explícita). Y es justo aquí donde empiezan los problemas en el plano del realismo político.

El Ejército sérbio-federal ha demostrado una enorme incapacidad estratégica y táctica. El sistema político serbio es totalmente inestable. Toda el área de la hipotética futura Pequeña Yugoslavia es una catástrofe económica. Dicho de otra forma, es muy improbable que el sistema pueda mantenerse en pie.

La intención de las potencias militares occidentales es la misma que la existente en el caso de Irak: mantener con vida el poder de Sadam Husein como mal menor para evitar la catástrofe de la disolución del sistema. El líder serbio, Slobodan Milosevic, es el Sadam de los Balcanes y está apoyado por Occidente con el mismo desinterés por el número de muertos que este modelo del reequilibrio mínimo comporta.

Este modelo no es una equivocación sólo a nivel ético, sino también a nivel del realismo Político. El verdadero realismo aconsejaría, de hecho, favorecer la construcción de varios sistemas nacionales pequeños y garantizar las relaciones bilaterales y de área bajo una gombrilla internacional. Esta solución alternativa garantizaría al área balcánica (y no solamente a esta zona) mayor estabilidad que la construcción de la Gran Serbia'sin bases concretas en el plano económico y sociológico.

La CE tiene la fuerza necesaria para garantizar el nacimiento de cuatro o cinco pequenos Estados proponiéndose como tutor político y económico de los mismos y garante de la regulación pacífica de los conflictos. Además, tantas pequeñas repúblicas no tendrían la fuerza para crear graves problemas, ya que su desarme (relativo) sería una condición para el apoyo económico.

Resumiendo, la solución del caso yugoslavo exigiría exactamente lo contrario de lo que se está haciendo. Sería necesario contener a los serbios y reconocer la independencia de las repúblicas que la hayan declarado ya (incluso mediante referendos democráticos), garantizándola en forma de asociación de garantía con la Comunidad. Esta forma ,de asociación no significaría la entrada en la CE, sino que se configuraría como un tratado con la propia CE a fin de garantizar la seguridad y las condiciones de desarrollo de cada uno de los Estados.

Esta solución de protectorado positivo es factible, más real y más ética.

Carlo Pelanda es profesor de Escenarios Estratégicos en la Universidad LUISS de Roma.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 29 de noviembre de 1991

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